ACERCA DEL SALMO 119: Zain
en la cual me has hecho esperar.
Ella es mi consuelo en mi aflicción,
porque tu dicho me ha vivificado.
Los soberbios se burlaron mucho de mí,
mas no me he apartado de tu ley.
Me acordé, oh Señor, de tus juicios antiguos,
y me consolé.
Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos
que dejan tu ley.
Cánticos fueron para mí tus estatutos
en la casa donde fui extranjero.
Me acordé en la noche de tu nombre,
oh Señor, y guardaré tu ley.
Estas bendiciones tuve
porque guardé tus mandamientos."
Salmo 119: 49-56
Dios nos da su palabra, para que confiemos en Él y esperemos en ella, sus promesas son ciertas y seguras, no debemos olvidarlas ni dudar de ellas. Esas promesas seguras son esperanza y consuelo a nuestro corazón cuando nos sentimos desanimados, ellas nos levantan. "Todas las promesas que ha hecho Dios son <<sí>> en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos <<amén>> para la gloria de Dios" (2 Corintios 1:20 NVI).
Si recordamos en momento de prueba todo lo que Dios ha hecho por nosotros, eso nos consolará, porque Él ha sido fiel y su misericordia infinita, "consideren a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que su ánimo no se canse hasta desmayar" (Hebreos 12:3), y Él prometió ser fiel hasta el fin. "...Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Amén" (Mateo 28: 20).
Las personas que no tienen en cuenta en su vida los principios divinos, pueden ser llevados por Satanás a cometer cualquier tipo de acto contrario al orden de Dios. La palabra dice que "Él les dio vida a ustedes, cuando estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (Efesios 2: 1-3), por ello nosotros como hijos de Dios no podemos ser indolentes frente a la necesidad espiritual de las personas, sino que al igual que Jesús, nuestro corazón debe compadecerse, "haya en ustedes este sentir que hubo en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5).
Que la palabra y los mandatos del Señor sean la melodía de nuestra alma y la canción de nuestro corazón en todo momento, así seremos fortalecidos y guardados de pecar. Acordémonos siempre de nuestro Señor, para obedecerle, esto traerá como fruto bendición a nuestra vida.
Diana Gutiérrez
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