ACERCA DEL SALMO 119: Sámec

"Aborrezco a los hombres hipócritas;
mas amo tu ley.
Mi escondedero y mi escudo eres tú;
en tu palabra he esperado.
Apartaos de mí, malignos,
pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
Sosténme, y seré salvo,
y me regocijaré siempre en tus estatutos.
Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos,
porque su astucia es falsedad.
Como escorias hiciste consumir 
a todos los impíos de la tierra;
por tanto, yo he amado tus testimonios.
Mi carne se ha estremecido por temor de ti,
y de tus juicios tengo miedo."
Salmo 119: 113-120

El ejemplo en el que se ha insistido en este salmo es el amor a la Palabra de Dios, lo cual a su vez significa amar a Dios, quizá sea el momento de reflexionar si realmente la amamos ¿y cómo demostramos ese amor? con obediencia y dándole la importancia que ella merece en nuestra vida. "Si me aman, guarden mis mandamientos... El que me ama, mi palabra guardará..." (Juan 14: 15, 23); "mas busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas" (Mateo 6: 33).

Dios nos manda examinar todo y abstenernos de todo mal (1 Tesalonicenses 5: 21-22) y el filtro para el examen es precisamente la palabra, si no la conocemos no podremos evaluar.

En el Señor podemos confiar, la palabra es nuestra garantía, por eso es bueno esperar en Él para ver su gloria. "Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén..." (2 Corintios 1: 20)

Debemos resistir al maligno como Jesús lo hizo en el desierto y permanecer fieles aun cuando enfrentamos tentación. "Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman" (Santiago 1: 12).

De nuevo se nos recuerda que la palabra nos sustenta y nos da vida, y aquí el salmista pide "no quede yo avergonzado de mi esperanza", esto nos remite a una promesa que el Señor nos hizo: "Pues la escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado" (Romanos 10: 11).

El Señor nos sostiene, Él es nuestra salvación, cómo no alegrarnos en su palabra y mandatos, estos no pueden ser una carga o molestia para nosotros, sino una alegría. "Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón" (Salmo 37: 4).

Además confiamos en un Dios justo y su palabra refleja su justicia, Gálatas 6: 7 dice que Él no puede ser burlado y retribuye al hombre conforme éste ha sembrado, pero también el salmo 103: 10 nos habla de su misericordia, por eso aunque debíamos morir por nuestro pecado, Él obró su juicio sobre Cristo y a nosotros nos entregó su justicia, pues nos hizo justos.

La palabra debe estar en nosotros, para que el temor a Dios no falte en nosotros, que es el principio de la sabiduría (Proverbios 1: 7), pues nos guarda de menospreciar al Señor.

"Y no teman a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; teman más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno." Mateo 10: 28

Diana Gutierrez

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