Jesús Vs. Moisés (Hebreos 3)
Retomando nuestro estudio acerca de las características de Cristo mostradas en la carta a los Hebreos, hemos llegado al capítulo 3 de dicha carta. En este capítulo, además de confrontar a los hebreos ratificándoles una vez más la divinidad de Cristo, también el autor, guiado por el Espíritu Santo, expresará una exhortación que será reiterada a lo largo de toda la carta.
En primer lugar vemos que Jesús es llamado "apóstol de la fe que profesamos", es decir, el mensajero de nuestra fe, y cuánta grandeza y muestra de gracia hay en esta verdad, si tenemos en cuenta que es el Hijo del Dios viviente, que es Dios mismo viniendo a traernos este mensaje, pero además, afirma el autor que no sólo es el apóstol sino también el Sumo sacerdote de esta fe que profesamos. Así que recordaré brevemente, ya que habrá otro momento para analizarlo a profundidad, cuál era la función del sumo sacerdote. Básicamente lo que el sumo sacerdote debía hacer era presentar sacrificios ante el Señor para expiar sus pecados y los del pueblo, pero lo más importante era que debía entrar una vez al año al lugar santísimo a hacerlo, es decir, a la misma presencia de Dios. Así que Cristo no sólo venía como mensajero a anunciar esta fe sino también a ser el mediador entre el Padre y el pueblo.
Otro de los aspectos acerca de Cristo que es mencionado es su fidelidad y en este aspecto es comparado con Moisés, a quien también se le llama fiel, la diferencia radica en que Moisés fue fiel como siervo en tanto que Cristo fue fiel como Hijo, Él es el constructor y Moisés y nosotros somos la casa; así que el punto en el que el autor quiere hacer énfasis en este capítulo, al escribir esta carta a lo hebreos, es que Jesucristo es mayor que Moisés.
Si nos preguntamos el porqué el autor quiere hacer énfasis en este punto, tendríamos que recordar, para responder dicha pregunta, la importancia que tenía Moisés dentro de la cultura hebrea, así que recordemos que para ellos Moisés había sido ese gran líder y profeta que los había sacado de la esclavitud de Egipto y por medio de quien ellos habían recibido la ley de Dios. Así que hacer énfasis en que Cristo es mayor que Moisés era nuevamente recalcar que Él es Dios, no un profeta ni maestro más, sino el Mesías esperado, el Salvador, Dios hecho hombre.
Y al enfrentarlos de nuevo ante esta realidad de quién es Cristo, el autor hace toda una exhortación para que cuiden sus corazones de la incredulidad, ya que la incredulidad endurece el corazón, lo lleva hacia el pecado y lo aleja de Dios. El llamado es a que nuestra fe se mantenga intacta, así nos mantendremos firmes, guardados del pecado, esperando en la promesa gloriosa que nuestro Salvador nos ha dejado, sabiendo que esta vez no recibimos el mensaje de parte de un hombre, como el pueblo de Israel en el desierto, sino que Dios mismo se hizo hombre y nos trajo el evangelio.
"¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron? Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad." Hebreos 3: 18-19
Diana Gutiérrez
Comentarios
Publicar un comentario