ACERCA DEL SALMO 119: Tau

"Llegue mi clamor delante de ti, oh Señor;
dame entendimiento conforme a tu palabra.
Llegue mi oración delante de ti;
líbrame conforme a tu dicho.
Mis labios rebosarán alabanza
cuando me enseñes tus estatutos.
Hablará mi lengua tus dichos,
porque todos tus mandamientos son justicia.
Esté tu mano pronta para socorrerme,
porque tus mandamientos he escogido.
He deseado tu salvación, oh Señor,
y tu ley es mi delicia.
Viva mi alma y te alabe,
y tus juicios me ayuden.
Yo anduve errante como oveja extraviada;
busca a tu siervo,
porque no me he olvidado de tus mandamientos."
Salmo 119: 169-176

Y con este fragmento damos fin a nuestro tiempo de reflexión acerca del salmo 119, a través del cual hemos podido ver la importancia que debe tener la palabra en nuestro diario vivir y la pasión con la que debemos amarla.

De este último pasaje podemos aprender que el oído del Señor está atento al clamor de los justos (Salmo 34: 15), nosotros hemos sido justificados por medio de Cristo y hemos recibido también su santidad, pero al mismo tiempo estamos en un constante proceso de santificación que es llevado a cabo en nuestra vida por medio del Espíritu Santo que nos da iluminación de la palabra, la cual es el agua que nos limpia, por eso, como ya se ha repetido reiterativamente en este salmo, nuestra oración continua debe ser por entendimiento para que la palabra sea enseñada a nuestro corazón. "Ya ustedes están limpios por la palabra que les he hablado" (Juan 15: 3).

Por medio de Cristo tenemos libre entrada ante el trono de la gracia, al lugar santísimo, a la presencia de nuestro Señor, éste es uno de los milagros más hermosos que hemos recibido en este nuevo pacto; "acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4: 16). El aprovechar o no las bendiciones que el Señor nos ha entregado depende muchas veces de que seamos conscientes de ellas, por eso necesitamos conocer esas promesas que están en la palabra, el salmista las conocía y por eso siempre en su oración vemos que él le recuerda al Señor esas promesas.

Nos gozamos y alabamos cuando entendemos la grandeza del milagro que es comprender la palabra; la hablamos continuamente cuando hemos entendido lo justa, recta y verdadera que es esa palabra.

Recordemos que los mandamientos del Señor son muestra de su inmenso amor y que siempre van acompañados de promesas de bendición fruto de la obediencia; el Señor es nuestro socorro y refugio, cuando habitamos en Él, esto quiere decir, cuando vivimos en obediencia, en efecto el salmo 91 es viva muestra de esta verdad.

El regalo más grande lo hemos recibido sin merecerlo ni un poco que es la salvación, ahora el Señor desea que nos deleitemos en Él y en su palabra. ¿Es realmente su palabra nuestra delicia con todo lo que esto implica?

Vivimos para alabar y su palabra nos sostiene. En otro tiempo estuvimos perdidos y sin esperanza, pero el Señor nos buscó, nos trajo hacia Él y para ello vino hasta nosotros, se humilló haciéndose hombre y dio su vida por nosotros, es hora de que vivamos para Él y para esto es necesario que amemos y estudiemos cada día su palabra.

"El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre." Eclesiastés 12: 13

Diana Gutierrez

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