Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote (Hebreos 4, 5 y 6)

Antes de iniciar la reflexión de esta semana sobre el pasaje de Hebreos que nos compete para la misma, señalaré algunos puntos acerca de qué era ser el sumo sacerdote:

*El sumo sacerdote era el principal representante del pueblo ante Dios, que supervisaba a los demás sacerdotes. El sumo sacerdocio era un cargo heredado.

* En Levítico 21: 10-15 aparecen reglas específicas que debía cumplir el sumo sacerdote, entre éstas está el que debía casarse con una virgen y que no debía contaminarse con muertos.

*Su nombramiento era vitalicio.

*Debía ser santificado y facultado mediante la ceremonia.

* El sumo sacerdote presentaba los sacrificios de expiación.

*Se derramaba sobre él, el aceite santo (el caso de Aarón).

*Bendecía al pueblo (Levítico 9:22).

*Entraba al lugar santísimo.

*Enseñaba la ley Dios al pueblo.

Teniendo lo anterior como base contextual, pasemos a ver lo que nos enseña el autor de Hebreos guiado por el Espíritu Santo. En el versículo 14 del capítulo 4 de esta carta, se nos dice que Jesucristo es nuestro gran sumo sacerdote, y Él es un sumo sacerdote que no simplemente atravesó la cortina para llegar al lugar santísimo, sino que Él atravesó los cielos, lo cual debería darnos seguridad para aferrarnos a la fe que profesamos.

Siendo Jesucristo nuestro gran sumo sacerdote es ahora Él quien nos representa frente al Padre (Hebreos 5: 1). "Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).

Además como sumo sacerdote tuvo que ofrecer el sacrificio que nos limpiara de nuestros pecados, a diferencia de los anteriores sumos sacerdotes, Jesucristo solo tuvo que ofrecer el sacrificio por el pueblo, ya que Él no tenía pecado, y no sólo ofreció el sacrificio, sino que Él mismo fue el sacrificio.

En el versículo 15 del capítulo 4 encontramos quizá uno de los versos más hermosos de las Escrituras: "Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado". Era necesario que el sumo sacerdote fuera un hombre para que pudiera compadecerse del pueblo al tener él mismo las debilidades que otros en el pueblo sufrían (Hebreos 5: 2); Cristo cumplió con lo primero, Él fue el Dios creador de todo hecho hombre, pero a diferencia de los demás sumos sacerdotes, jamás pecó, porque nuestro Dios es santo, sin embargo al haber experimentado esa humanidad puede compadecerse de nosotros y eso hace parte de su gracia, qué bueno es saber que nuestro Dios nos ama de tal manera.

Nuestro gran sumo sacerdote, al igual que los otros sacerdotes, fue llamado por el Padre, Él fue enviado al mundo con una misión, y si recordamos el principio de su ministerio, cuando es bautizado por Juan, viene el Espíritu Santo en forma de paloma sobre Él y se oye una voz del cielo que lo señala como el Hijo; de esta manera el Cristo, es decir, el ungido, inicia su ministerio terrenal. Así que Cristo, siendo a la vez Hijo y Sacerdote, no se glorificó a sí mismo, sino que el Padre lo glorificó (Hebreos 5: 5).

Además, Jesucristo, siendo nuestro gran sumo sacerdote, fue ejemplo de total obediencia para nosotros, aunque clamó cuando tenía que morir, Él obedeció y de esta manera mostró su perfección y fue entonces autor de eterna salvación para nosotros los que hemos obedecido (Hebreos 5: 8-9). Él no recibió el cargo por herencia de la descendencia sacerdotal de Aarón, sino que habiendo fracasado ese primer sacerdocio, Él fue designado sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 5: 10).

Finalmente el autor de hebreos llama la atención con respecto a la inmadurez de algunos que ya deberían ser maestros de la Palabra, pero siguen requiriendo enseñanzas elementales; el llamado es a avanzar ya hacia la madurez y dar los frutos dignos de arrepentimiento que el Señor espera, además de hacerlo hasta el fin mostrando fe y paciencia, siguiendo el ejemplo de aquellos siervos de Dios del pasado que por su fe y paciencia heredaron las promesas (hebreos 6: 12). Y más, teniendo en cuenta que la promesa del Señor es absolutamente segura, porque está bajo juramento y nuestro gran sumo sacerdote ha entrado para siempre al lugar santísimo y nos ha abierto un camino a ese lugar, por lo tanto mantengámonos firmes en la esperanza que está delante de nosotros.

Diana Gutiérrez

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