ACERCA DEL SALMO 119: He

"Enséñame, oh Señor, el camino de tus estatutos,
y los guardaré hasta el fin.
Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
y la cumpliré de todo corazón.
Guíame por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo mi voluntad.
Inclina mi corazón a tus testimonios,
y no a la avaricia.
Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
avívame en tu camino.
Confirma tu palabra a tu siervo,
que te teme.
Quita de mí el oprobio que he temido,
porque buenos son tus juicios.
He aquí yo he anhelado tus mandamientos;
vivifícame en tu justicia."
Salmo 119: 33-40


En este apartado nuevamente se recalca cuál debe ser nuestra principal petición: que el Señor nos enseñe y nos haga entender su Palabra. Nuestra responsabilidad es atesorarla y obedecerla, en lo cual el salmista también es reiterativo.

Que el Señor nos guíe a caminar en su voluntad y no en la nuestra, "...Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26: 39), y que nuestra vida esté tan escondida y firme en Él que su voluntad se convierta en la nuestra, "con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2: 20).

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." Mateo 16: 24

Debemos cuidar nuestro corazón, para que su esperanza esté en Cristo y su Palabra, "porque donde esté su tesoro, allí estará también su corazón" (Mateo 6: 21), y no en cosas materiales y terrenales, recordemos que "raíz de todos los males es el amor al dinero..." (1 Timoteo 6: 10). Es Dios quien nos mantiene firmes en su camino y en su Palabra, de manera que es a Él a quien le pedimos que nos guarde de desviarnos o de poner nuestros ojos en otras cosas, "así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Romanos 9: 16); y cuando nos sentimos débiles o desanimados, es a Él a quien pedimos que nos avive en su camino, "Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Isaías 40: 29).

El principio de la sabiduría es el temor al Señor (Proverbios 1: 7), esta verdad debemos tenerla siempre presente, porque así no olvidaremos que Él confirma y revela su Palabra a quienes lo honran con sumisión y humildad, su Palabra dice que Él "resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Santiago 4:6).

Su Palabra, mandatos y voluntad siempre son buenos, nos libran de la peor vergüenza que es el pecado. ¡Anhelemos su Palabra con todo nuestro corazón!

Diana Gutierrez

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